2. Amor romántico y roles de género

La princesa está triste

La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa,

que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro,

está mudo el teclado de su clave sonoro,

y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

[…]

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,

o en el que ha detenido su carroza argentina

para ver de sus ojos la dulzura de luz?

¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,

o en el que es soberano de los claros diamantes,

o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

 

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa

quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,

tener alas ligeras, bajo el cielo volar;

ir al sol por la escala luminosa de un rayo,

saludar a los lirios con los versos de mayo

o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

 

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,

ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,

ni los cisnes unánimes en el lago de azur.

Y están tristes las flores por la flor de la corte,

los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,

de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

 

¡Pobrecita princesa  de los ojos azules!

Está presa en sus oros, está presa en sus tules,

en la jaula de mármol del palacio real;

el palacio soberbio que vigilan los guardas,

que custodian cien negros con sus cien alabardas,

un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

[…]

«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;

en caballo, con alas, hacia acá se encamina,

en el cinto la espada y en la mano el azor,

el feliz caballero que te adora sin verte,

y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,

a encenderte los labios con un beso de amor».

 

(Rubén darío, 1986)

 

Roles de Género que están presentes en el Amor romántico

 

Cuando nacemos y se nos lee como hombre o mujer, se nos educa en el papel que debemos desarrollar en la vida y lo que el resto de las personas esperan de tí. Esto es lo que se conoce como roles de género. Es cierto que en los últimos años, a raíz de la conciencia de que estos roles son una pata más del patriarcado y cómo su educación inflexible genera violencia, los roles han experimentado cambios. Cada vez, estos roles se diluyen más y no dan lugar a una exigencia y a una expectativa tan marcada. Sin embargo, esto solo acaba de empezar.

En cuanto al amor romántico, los roles son un constituyente más. Este poema de Rubén Darío muestra algunos de los aspectos del rol femenino y masculino que ponen su granito de arena en la construcción del amor romántico. Esa idea de chica insegura y dependiente en apuros que encuentra la salvación en la llegada del chico valeroso que la ama desde siempre y para siempre.

Este poema es hoja de doble filo. Por un lado, un reflejo claro del rol de género en el amor romántico. Por otro lado, no debemos pensar que sólo es cosa de princesas, príncipes y dragones. El desafío es cambiar el castillo por nuestra casa, trabajo o universidad, cambiar al príncipe por esa persona que tanto te gusta, cambiar a la princesa por ti y entender que los muros de mármol y los dragones guardianes los hemos creado y podemos destruirlos.


Aspectos del rol que influyen en el amor romántico

 

Dependencia

La dependencia puede ser entendida desde el binomio mantenida- proveedor. Uno de los mitos del amor romántico se basa en esta dependencia. El amor romántico supone que todos tus problemas serán resueltos por el amor que esa persona te da, el amor lo puede todo y es la solución. Desde este punto de vista y diferenciando rol femenino y masculino, el amor romántico vende algo así como ‘no importa que problema tengas, en vez de levantarte y solucionarlo, espera a que venga un hombre, siempre perspicaz y resolutivo. 

La dependencia también puede ser entendida desde lo emocional. Los mitos del amor romántico que le hacen referencia son: “sin ti no soy nada” “si te pierdo me muero” “lo eres todo para mí”… Parémonos a ver las implicaciones que tienen esas afirmaciones. Somos seres sociales, es en los grupos primarios donde somos capaces de cubrir nuestras necesidades y que, en este sentido, dependemos de las personas. Aquí, la dependencia es inherente a nosotras y por eso hay que poner, de manera necesaria, una línea entre la dependencia sana y la dañina. Cuando para ser tú, necesitas a la otra persona presente, estás cruzando la línea. Cuando la manera de definirte es, únicamente,  por tu relación con esa persona, estás cruzando la línea. Cuando el único motivo de seguir es estar con esa persona, estás cruzando la línea. Cuando dejas todo de lado por esa persona, estás cruzando la línea.

 

Cuidado

Si nos fijamos en las carreras de enfermería, psicología, educación social, trabajo social y medicina, (que son las que más responden a cuidados) podemos ver como en su mayoría son chicas las que recorren este camino de formación. Lo mismo pasa cuando en la familia alguien cae enfermo o se hace mayor, es a la mujer a la que se le asigna y tiende a tomar ese papel de cuidadora. En el amor romántico pasa igual. El cuidado se vuelve dañino cuando, de manera sistemática, antes van las necesidades y el cuidado de la otra persona y (si eso) los nuestros después (tanto el cuidado desde la otra persona hacia nosotras como nuestro auto cuidado). Por poner un ejemplo, un día conoces a alguien, coincidís varias veces de forma casual y os gustáis. Un día quedáis y cuando estáis juntas no te gusta tanto como esperabas y notas que tú tampoco le gustas tanto como esa persona esperaba. Al terminar la cita lo que te preocupa es que no le hayas gustado, no hayas cubierto su necesidad y te preguntas qué puedes hacer para arreglar eso. Buscar una manera de responder a esa expectativa y cuidarla. No te preocupa en absoluto que tus expectativas, a su vez, se hayan roto y  centrarte en el autocuidado de ese momento. 

 

Espera

A la princesa del poema, desde que nació, se le dijo que aunque pudiera solucionar sus propios problemas, no hacía falta que lo hiciese, no debía perder el tiempo en pensar una solución porque siempre habría un príncipe valeroso dispuesto a hacerlo. Entonces la princesa pensó: Si hay un príncipe azul que me protegerá de cualquier mal, ¿dónde puedo encontrarle? Pero la incapacitación de la princesa no acaba aquí. No sólo la dijeron se dependiente de un hombre para poder resolver tus problemas y ser feliz sino que, además, le dijeron siéntate y espéralo. Para ser princesa es decir, para ser chica, lo único que tienes que saber hacer es sentarte y ser paciente.

Si te lanzas eres fácil, puta, pierdes la gracia, ya no eres digna de que el chico intente conquistarte, le has puesto la victoria en bandeja (sí, tú eres su victoria) y no puedes ponérselo fácil, él ha nacido (le han educado) para competir, ¿qué le va a contar a sus amigos de su hazaña si se lo pones tan fácil?. Para traer la espera a un ejemplo más cotidiano; pongamos, por ejemplo, que le escribes al móvil para preguntarle si le apetece quedar. A esto te responde que tiene que hacer primero algunas cosas y que después, si tiene tiempo, te avisará para quedar. Entonces tu y toda tu dependencia os pasáis toda la tarde esperando a que suene el móvil (recuerda poner el móvil en sonido) y a que te diga que ya ha hecho todo lo que va antes que tú para quedar. Así que esperas es decir, le esperas, le das las riendas totales de los tiempos, de tu tiempo. Él le da al play, al pause, al retroceso y al avance rápido y tú, pues nada, tú espera y con una gran sonrisa que no se note que te molesta. Sin embargo, cuando decidas levantarte te darás cuenta que el tiempo es tuyo, sólo tuyo, la decisión de que hacer con él es toda tuya.

 

Inseguridad e Identidad reafirmada externamente

La identidad reafirmada de manera externa es un desenlace inevitable de la inseguridad en la que nos educan. Si mi opinión sobre lo que hago no vale porque soy insegura y no me fío de mis valoraciones, entonces busco esa valoración en el otro. De esta manera, somos en la medida que nos ven. Cada vez que dudamos de nosotras mismas y buscamos en la pareja esa palabra para dejar de dudar estamos pegando un puñetazo a nuestro autoestima. De esta manera, duda tras duda y consulta tras consulta, nuestro autoestima depende de la otra personas y si esto es así, ¿os imagináis qué pasará cuando la relación se acabe? ¿Qué pasará con vuestro autoestima? Se irá con esa persona. Es normal que a veces seamos inseguras y dudemos, pero fallar, rectificar y reafirmarnos es cosa nuestra y de nadie más (aunque las personas nos digan su opinión e incluso seamos nosotras quienes busquemos esa opinión, ese consejo o punto de vista). Deberíamos ser las primeras en amar nuestras diferencias.  

 

¿Qué puedo hacer yo con mis roles de género?

El primer paso es hacernos consciente de la existencia y poder de los roles de género. Después, una vez que los conocemos y los podemos nombrar hay que hilar fino, hay que estar atentas a cualquier situación (interna o externa) en los que están presentes. No hay que buscarlo sólo en lo grande, en lo evidente, hay que mirar mas allá. Una vez los hayáis detectado, pasad a la acción. Los roles, es decir, esquemas cognitivos asumidos como ciertos, son visibles en nuestras conductas. Cuando veamos esa conducta que siempre hacemos y que sabemos que es alimentada por un aspecto de nuestro rol de género, haced una conducta totalmente contraria. No os lo planteéis mucho, no intentéis convenceros, no intentéis cambiar vuestros esquemas cognitivos sino vuestras conductas. Un cambio en la conducta lleva a un cambio en el pensamiento por nuestra tendencia natural a la coherencia entre pensamiento y conducta. De esta forma, la idea es que os generéis un conflicto entre esa nueva forma de actuar y vuestras ideas enraizadas desde que erais pequeñas.

El cambio nace del conflicto y no puede ser sin él.

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