Banderas arcoiris a 3,33€

Mucha gente diría que hace unos años en Madrid dos personas del mismo género no podían andar por la calle de la mano, que ahora sí.
Y tienen razón si “por la calle” te refieres a Chueca o Malasaña y si “de la mano” te refieres a con un sentimiento de alerta latente entre esas dos personas.

Desde hace unos años, el movimiento LGBT ha sufrido una gran despolitización, que encontramos en su máxima expresión en el Orgullo.
Podemos señalar una serie de causantes, pero como principal encontramos un capitalismo muy desarrollado que mercantiliza lo que trata de ponerse en su contra. Hemos visto las camisetas “feministas” de H&M, ¿no? El Orgullo no iba a ser menos, por eso escuchamos que “tiene un tirón turístico que hay que aprovechar”; escuchamos que el jurado de MasterChef dará el pregón, invadiendo con publicidad lo que en un principio era una fiesta reivindicativa; vemos cómo Amazon vende banderas arcoíris por 3,33€ o el parque temático en el que se ha convertido Chueca.
Y como consecuencia del capitalismo identificamos a los medios, que, unidos a la ignorancia y la falta de integración del discurso LGBT, muestran aún el estereotipo de lesbiana butch camionera que complace al patriarcado, o a dos hombres blancos cisgays besándose como máximo exponente de lo LGBT; ignorándonos y potenciando el discurso retrógrado hegemónico patriarcal y racista.

Finalmente, tenemos nuestra propia pasividad.
Como colectivo debemos admitir que en algún punto de nuestra historia dejamos de ir más allá.
La despolitización es el no-conflicto. Y eso es lo que estamos viendo: gente cishetero apropiándose de lo poco que hemos conseguido y nosotras mirando desde lejos; dejándoles reproducir todas estas actitudes desde una posición de poder clarísima, con los privilegios por delante, sin cuestionarse lo que está haciendo porque hemos dejado de entrar en conflicto, hemos dejado de desafiar y señalar. No basta nuestra existencia como reto porque la banderita que llevan de pulsera la llevan porque sus colores son bonitos; porque van (y vamos) al Orgullo sin pensar si quiera en ir a una de las mil asambleas y concentraciones que se convocan esos días. Esperamos que llegue el World Pride para que el metro abra 24 horas y haya fiesta asegurada todas las noches, convirtiendo el Orgullo en un día (éste año diez) para perder el sentido.

¿Es que acaso nosotras, peña LGBT, hacemos hincapié en que esto no ocurra? ¿De verdad podemos afirmar que politizamos nuestra lucha, que no está inundada de liberalismo? ¿Seguro que no la estamos relegando a un lugar secundario?

En la mayoría de los casos: no. Seguimos respaldando la no-reivindicación y el capitalismo que tanto daño nos hace sin un mínimo análisis; seguimos sin incorporar el resto de luchas a la nuestra, sin aplicar la teoría feminista cuando un hombre se maquilla, sin aplicar la teoría antirracista cuando defendemos las parejas interraciales no-cishet como solución a nuestro propio comportamiento racista.

Porque hubo un desabastecimiento de hormonas hace unas semanas y las mujeres trans tuvieron que sufrirlo; porque se siguen escuchando palizas a parejas LGB por la calle y no se toma acción; porque se ha acabado tomando nuestra opresión a la ligera, y lo sufrimos día a día: y necesitamos reactivarnos.

Hemos olvidado cómo llegamos aquí, hemos olvidado por qué el 28 de junio, nos hemos olvidado de lo que nos precede y de lo que supone ser como somos.

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